Los sidamo son casi dos millones de individuos sobre un hábitat caracterizado por una serie de valles, llanuras y montañas que descienden hacia la región del Rift Valley.
Su medio ambiente se caracteriza por los bosquecillos de Wese, de esa planta los sidamo extraen la pulpa y la harina de la wesa, que es la comida tradicional y que constituye el 50% de su régimen alimentario y el plato habitual, aderezado con alubias, coles, mantequilla, carne... según las posibilidades de cada familia.
Su tronco se utiliza para la estructura de las cabañas, que luego se cubre con hojas de este mismo árbol y otros añadidos vegetales. Disponen éstas de un gran techo cónico que casi llega hasta el suelo, dejando ver un poco el tambor configurado por la planta circular, a veces está concebido de forma escalonada.
Su medio ambiente se caracteriza por los bosquecillos de Wese, de esa planta los sidamo extraen la pulpa y la harina de la wesa, que es la comida tradicional y que constituye el 50% de su régimen alimentario y el plato habitual, aderezado con alubias, coles, mantequilla, carne... según las posibilidades de cada familia.
Su tronco se utiliza para la estructura de las cabañas, que luego se cubre con hojas de este mismo árbol y otros añadidos vegetales. Disponen éstas de un gran techo cónico que casi llega hasta el suelo, dejando ver un poco el tambor configurado por la planta circular, a veces está concebido de forma escalonada.
El gran tamaño de las hojas hace que se las emplee para diversos usos domésticos, como en camas o para sombrillas, esteras, de su nervio central se fabrican cuerdas y con su fibra se consiguen vendajes para las heridas. también se les atribuyen propiedades analgésicas para aliviar el dolor de cabeza y de estómago.
Los Sidamo nunca han tenido un sistema político centralizado y su forma de gobierno se asemeja a una teocracia anárquica, donde autoridad social y religiosa parecen identificarse. La sociedad está estructurada en clanes (sircho), cada uno de los cuales tiene una pureza diferente de sangre y una categoría social distinta de acuerdo con la posición de los antepasados. El clan más puro y el que ostenta una autoridad mayor es el que desciende del antepasado Abbo; éste tuvo otros siete hermanos que, a su vez, se convirtieron en cabeza de los otros clanes, pero todos conceden una preeminencia al primero. Esta segmentación del clan está complementada por un dispositivo vertical clasista, basado en el origen de las personas y en su actividad económica y marcado por la pureza de la sangre. Hay, pues, dos clases puras: los yemeros o nobles, pertenecientes a las familias aristocráticas del clan, y los wolawa u hombres libres que, junto a los anteriores, tienen derecho a poseer la tierra. Y otras dos impuras: los wato o artesanos ( alfareros, herreros y curtidores) y los boroyich o esclavos; ni unos ni otros podían poseer tierras ni apelar al Consejo de ancianos (chemeye), máxima autoridad local, y eran marginados y temidos porque podían propagar el mal de ojomy otros males y enfermedades.
Entre los jefes tradicionales más importantes tenemos el Ghanna, que ostenta la autoridad suprema, y vive habitualmente en el santuario de Bocasso, donde se encuentra el espíritu de Abbo.
Su autoridad es hereditaria y su actividad sociopolítica más destacada es la de presidir el Comité central de los clanes, que es la institución donde se regulan las leyes tradicionales. El Karricha es el ejecutor de estas leyes, se desplaza por los lugares de su competencia para solucionar los problemas que le presenten y para promover el culto religioso. Su autoridad también es hereditaria. La autoridad de Woma no se adquiere por nacimiento, sino que se gana por méritos propios y por la reputación adquirida al conciliar posturas y dirimir pleitos. El Garo o Gadanna tiene sólo autoridad limitada a un período de ocho años, que es lo que dura el luwa o la clase de edad surgida después de la iniciación. Estas autoridades están integradas en el Consejo de ancianos, que es quien verdaderamente gobierna al pueblo en todas las circunscripciones locales.
La entrada en este Consejo se hace de forma automática después de la iniciación. Los sidamo realizan su periodo de iniciación en la edad madura, cuando ya muchos de ellos están casados. Hacia el mes de octubre, los aspirantes son recluidos en un recinto rodeado por empalizada de cañas acompañados por los iniciados en el luwa anterior; allí los nuevos iniciados ungen con mantequilla la cabeza de los ancianos mientras éstos bendicen a los neófitos.
Luego pasan a un bosquecillo donde tiene lugar la circuncisión en presencia de un yala, o amigo del aspirante que le acompañará todo el tiempo que dure el período iniciático. Al día siguiente, se sacrifica un carnero y el anciano encargado del rito bendice a los circuncidados, deseándoles longevidad, fecundidad, éxitos y felicidad; al mediodía tiene lugar un banquete; terminado el cual, se pasa a unas nuevas chozas donde estarán en clausura por un tiempo de cuatro a cinco meses. Durante este período se tiene una reunión con los ancianos; en el curso del cual se sacrifica una vaca y el kilancho o adivino, lee en las entrañas la suerte que acompañará a los recién iniciados; también tendrán que dar caza al pájaro wolima, que es símbolo de buen augurio. La iniciación se termina con un rito de purificación.
El iniciado ya es un verdadero anciano y, como tal podrá utilizar la gonfa, que es un vestido tradicional.
Los ritos funerarios revisten una gran solemnidad. La muerte no se hace oficial hasta no haberla comunicado a todos los parientes, y el enterramiento precede a los funerales. Sólo los hombres llevan al difunto hasta la tumba. La tumba es una fosa recubierta de cañas con un fondo estrecho, con el fin de que se pueda cubrir fácilmente con palos e impedir, de esta forma, que la tierra toque el cadáver. Cuando se deposita éste y se está echando tierra, el hijo mayor arroja la calabaza y pronuncia esta frase protocolaria: "Para que no te falte jamás". Unos diez días más tarde, en el momento que el consejo considere más oportuno para el espíritu del difunto, tiene lugar el funeral, al que deberán asistir obligatoriamente todos los parientes del muerto; de tal forma se controla su presencia.
El funeral está presidido por un árbol al que se le ha quitado la corteza y pintado de un color intenso; en su base se colocan los objetos personales del difunto. la esposa asiste con dos plumas de wolima en la cabeza como expresión de buena suerte. Durante tres días se observa un duelo cuyas manifestaciones más importantes son las danzas guerreras de los hombres; durante su ejecución, los danzantes se golpean a sí mismos con cuerdas o palos, mientras que las mujeres gritan al tiempo que se autolesionan entre grandes llantos y lamentaciones. Al final del tercer día tiene lugar el sacrificio mittigo, en cuya celebración los asistentes lanzan imprecaciones contra los malos espíritus y la carne es arrojada al bosque. Mediante este sacrificio, el mal espíritu del difunto se ha ido con la víctima del sacrificio y ésa es la razón por la que no se debe comer su carne. Después se derriba el árbol, y las mujeres, con agua y un manojo de ramas, recorren el lugar donde se ha realizado la ceremonia purificándolo mediante aspersión
A la mañana siguiente tiene lugar otro nuevo sacrificio, el kisso, celebrado por uno de los ancianos en quien el karricha ha delegado sus funciones mediante una compensación pecuniaria. Las vísceras del buey sacrificado serán examinadas por el kilancho, que predecirá el buen o mal augurio para la familia, pero la paz con el espíritu está totalmente restablecida por lo que la carne se come. La plantación del árbol en un funeral indica que el difunto era una persona principal por su riqueza, por haber sido un guerrero o por haber dado muestras en algún momento de su valor. Para las mujeres, en lugar de levantar un árbol, se erige un muñeco del que se cuelgan sus pertenencias.
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