miércoles, 17 de octubre de 2012

LOS IBO

Con más de dieciocho millones de miembros, son el tercer grupo étnico de Nigeria. Viven en las regiones nororientales del delta del Níger, aunque se encuentran grupos muy representativos en otras partes del país. Sin embargo, su asentamiento primitivo estuvo en las proximidades de Owerri-Umuahia, desde donde emigraron a us ubicación actual en los siglos XI-XII.
La densa población ibo tenía como unidad política fundamental la aldea, a la que seguían en importancia el mercado y el santuario; los jefes de familia formaban el Consejo que gobernaba la aldea. A veces varias aldeas se unían bajo la autoridad del jefe de un linaje, que recibía el nombre de okpara. Estos agrupamientos nacieron posiblemente como medida defensiva común. En este nuevo tipo de hábitat, las exigencias de la vecindad no eran las mismas que las del parentesco y, para primar la seguridad comunitaria, se confirieron funciones específicas a ciertos linajes que proporcionaron el jefe político, el jefe militar y el jefe religioso; de esta forma, las comunidades se reorganizaron según un sistema de títulos. A medida que se fue perfeccionando la comunidad, tuvieron necesidad de colaboradores que se convirtieron en una clase administrativa. Esto dio origen al nacimiento de pequeños reinos que, como los Aboth, Onitsha y Oguth, nombraron obi a sus reyes y les atribuyeron funciones semejantes a las del oba de Benín.



 












Una característica peculiar de este pueblo es la tradicional organización de sus grandes mercados colectivos. Si bien la actividad fundamental de los Ibos fue la agrícola, cultivando el ñame, la mandioca, el acite de palma y otros productos tropicales, su espíritu emprendedor los llevó a practicar un comercio fluido de largo alcance: a sus vecinos del sur les proporcionaban artículos alimentarios a cambio de pescado y de sal y ahcia el norte enviaban kola y marfil para obtener objetos de tela, metal y cristal. Cuando el tráfico negrero se instaló en las costas del delta, este pueblo fue uno de los más castigados, de modo que, a finales del XVIII, cuando la trata se hallaba en plena expansión, los cuatro quintos de los esclavos salidos de lo que hoy es el territorio nigeriano eran ibo.
Hay teinta y dos subgrupos diferentes que hablan la misma lengua perteneciente a una subfamilia Kwa. Todos son exógamos y los hijos pertenecen a los padres si éstos pagaron la dote matrimonial; de lo contrario, son de la madre. La sociedad se articula en clases de edad en cada aldea, que favorecen y sustentan la aparición de agrupaciones socio-culturales secretas que limitan en cierta medida el poder de la autoridad. Las tres más importantes son Ahozo, Ekpa y Mmwo, cuyos miembros cumplen la misión de regular ciertos aspectos religiosos.


No existen los ritos de iniciación propiamente dichos, si bien estas sociedades secretas asumen en gran parte el papel que en otros grupos se destina a dichas ceremonias. Aquí hay sociedades que tratan de preparar a las muchachas para el matrimonio siguiendo los esquemas estéticos que la sociedad ibo exige a sus mujeres; en concreto, prefieren la obesidad como canon máximo de belleza. A este fin existen casas especializadas donde se mete a las muchachas que se van acercando a la edad de casarse, para que se pongan lo suficientemente gruesas como las circunstancias lo requieran. Pasan varios meses con abundantes y buenos alimentos en reposo absoluto, y se las unge con aceite para favorecer tal Estado. Cuando están suficientemente rollizas, las mejillas se han redondeado, poseen potentes brazos y han desarrollado una cintura abultada, entonces pueden abandonar su reclusión porque ya están preparadas para el matrimonio. Cuanto más abultados sean estos rasgos más bellas se las considera, aunque también es cierto que estos esquemas estéticos están bastante en declive ante la propuesta contraria que llega desde el exterior.



Aun sin ritos iniciáticos, la sociedad se ha articulado en grupos de edad que se integran en dos mitades diferentes y cuyo fin principal era la organización del trabajo comunal. Así, las diversas secciones se dividían en dos partes, y los grupos de edad que se iban formando en intervalos periódicos se integraban alternativamente en cada una de las mitades. Más o menos la sección contaba con unos doce grupos que constituían la clase de edad de los hombres repartidos en dos mitades; cuando se debía ejecutar un trabajo público, se encomendala una parte a cada mitad y ambas competían en rapidez y eficacia. Como a la entrada de los poblados había dos especies de pirámides que marcaban el inicio de los mismos, cada una de las dos mitades se encargaba del mantenimiento de cada una de ellas. En años alternos se celebraban fiestas y banquetes rituales organizados por cada una de las dos mitades. Cumplida la misión en la clase de edad de los hombres, se pasaba a la de los ancianos cuya responsabilidad principal era el control de los más importantes recursos económicos; las dos mitades seguían subsistiendo y cada una de ellas se encargaba de sectores productivos diferentes.


Aunque en los político los Ibo formaron una sociedad acéfala, en el ámbito religioso practicaron ciertos cultos comunes, como el Nri, y contaron con un jefe espiritual, el Eze Nri, cuyo poder y reconocimiento por parte de todos fue creciendo a lo largo del tiempo. Los sacerdotes consagrados a este culto tuvieron una gran influencia en muchas regiones.
Los Ibo piensan que Dios sólo hace el bien a los hombres, y entre sus divinidades han introducido también a figuras históricas que han entrado en la leyenda por algunos hechos extraordinarios. El sistema basado en el culto a través del oráculo y las sanciones emanadas de su interpretación estuvo muy extendido en la sociedad ibo y muchas de las profesiones más importante tenían los suyos propios, difundiendo su presencia allá donde llegaban sus afiliados. Por ejemplo, los herreros Awka dieron a conocer en muchas partes su oráculo Agbala, y los mercaderes Aro hicieron lo propio con el Aronchukwu; a ellos se encomendaban en sus actividades públicas y privadas, realizando ritos religiosos especialidados. El papel de los Aro fue muy importante porque controlaron las rutas y los centros comerciales. Ellos fueron también los verdaderos intermediarios del tráfico esclavista para el que recibieron una ayuda estimable de los responsables culturales de su oráculo; éstos hacían esclavos a las personas que consideraban culpables y se las entregaban a los traficantes para que los vendieran a los que estaban en contacto con los europeos de la costa. Los alusi eran las estatuas que presidían estos oráculos para dirimir litigios: si el acusado mentía, sería castigado contrayendo una enfermedad; si moría mientras estaba bajo la influencia del oráculo, todos sus bienes pasaban al santuario.

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