jueves, 19 de noviembre de 2015

MÁSCARA BAYAKA






En el continente africano la máscara es la imagen de un antepasado y puede estar consagrada al culto. La pueden usar en las guerras, los funerales o para impartir justicia.
En África, las mascaras no se limitan a cubrir la cara, sino que son inseparables de un vestido de tela, de hoja de palma o rafia, y aveces se complementan con bastones, sonajeros o zancos. 

¿Cómo se fabrican?

Los creadores son los artesanos o los herreros del poblado. En la cosmogonía africana, el primer hombre que creó Dios fue al herrero, y por eso tiene el don de crearlas.
El trabajo del artesano es hereditario, pasa de padres a hijos. El árbol, al ser una materia viva, es portador de energía vital. La máscara recibe ese poder mágico del tronco del árbol cuyas raíces se han alimentado de la tierra y sus hojas han tomado el agua que proviene del cielo. Antes de ponerse a trabajar, para apaciguar el espíritu del árbol abatido, en ocasiones se recurre a un adivino para practicar las ceremonias necesarias. Con frecuencia, después de cortar el árbol, lo deja por algún tiempo en la tierra hasta que el espíritu encuentre una nueva morada.
Las máscaras no toman el carácter sagrado hasta la primera aparición en público, rodeadas de todo un ritual. Cuando un hombre se pone una máscara, su identidad permanece escondida y la expresión de la máscara le da una nueva identidad. Cuando el bailarín enmascarado actúa en un ritual religioso, la máscara lo introduce en una nueva dimensión. El danzante adapta sus movimientos al carácter que personifica y poco a poco se va transformando e identificando con su máscara, la cual a su vez, va cobrando vida en él.

La máscara Bayaka, pertenece a la República Democrática de congo. La etnia que la utiliza se asienta en la sabana, entre los ríos Kwango y Kwiliy, y habla el kingombo, una lengua bantú.
Es una máscara tipo yelmo. La cubierta de la cabeza se elabora con fibras vegetales, a la vez que se reviste y pinta con resinas y pigmentos naturales. La decoración en la parte superior constituye un signo de alto rango. El color blanco en el rostro, llena de espiritualidad, simboliza la muerte y el nuevo nacimiento de los jóvenes.
Se utilizan en la fiesta de clausura de la escuela de iniciación Nkanda. Los recién iniciados, llamados tudansi, ejecutan diversas danzas después de haber superado las pruebas como miembros que son de la comunidad. Tras las ceremonias, las máscaras son exhibidas en el poblado, frente a las casas de los bailarines o de los artesanos que las hacen, donde son criticadas, juzgadas y sometidas a tasación en el ámbito de un concurso. El artesano que haya ejecutado la mejor obra, según la opinión del público, recibe el título honorífico de Kimvunbu.

jueves, 5 de noviembre de 2015

LA YEBENÁ Y LA CEREMONIA DEL CAFÉ





ORIGEN DEL CAFÉ

Cuenta la leyenda que el café se descubrió hacia el año 600 en Etiopía por un pastor de cabras. Un día cuando cuidaba el rebaño notó que estos animales se comportaban de una manera extraña. Las cabras estaban muy nerviosas, un estado de agitación que se prolongó todo el día y toda la noche. Vio al día siguiente que este comportamiento se repetía después de que los animales mordisquearan una especie de granos que encontraban a su paso. El pastor decidió probarlas y descubrió cómo su cansancio desaparecía y se llenaba de energía.
Los llevó a casa y su mujer le recomendó llevarlos al monasterio. Así lo hizo. El monje los echó al fuego y a los pocos minutos el monasterio se llenó de ricos aromas. Los granos se sacaron del fuego y se trituraron. El monje ordenó que se colocaran en el aguamanil y se cubrieron con agua caliente para preservar su bondad. Esa noche los monjes bebieron la rica y fragante bebida. Desde esa noche lo tomaron diariamente para mantenerse despiertos durante toda la noche.




LA YEBENÁ.

Es una cafetera negra de barro cocido que forma parte de la ceremonia del café que se celebra en Etiopía. Asistir a una ceremonia del café se considera un acto de amistad o de respeto.
Una mujer joven es la que realiza la ceremonia del café, vestida con un traje blanco con bordados de colores. Es un largo proceso que puede durar varias horas. En primer lugar, se lava el grano sin tostar. Se frota con las manos y se renueva el agua al menos un par de veces. Mientras se va lavando el café, en un infiernillo metálico se va haciendo una brasa. Sobre ella se coloca un platillo casi plano sobre el que, con calma y removiéndolo una y otra vez, el café se va dorando. Una vez tostado, la anfitriona pasa el platillo humeante ante los invitados para que pueden disfrutar de su aroma. Además, durante la ceremonia se queman maderas olorosas, especialmente incienso y sándalo. El origen de esta costumbre está en la capacidad de estos humos de ahuyentar a los mosquitos de la malaria. Una vez tostado, el café se muele a mano. En un pequeño recipiente, que se llama mukecha, se coloca el grano. con una gran precisión se golpea con un palo de madera, hasta que se consigue un polvo fino. Cuando el grano está tostado y molido, se coloca en la yebená con agua. Se pone sobre el mismo fogón en el que se tostó el café hasta que hierva. La forma del recipiente y la pericia de quien lo sirve impide que los posos se mezclen con la infusión. Normalmente tienen un orificio por el que se sirve el contenido. Pero a veces, en el ritual ofrecido al espíritu Za, puede tener dos. Servir el café en una sola taza y a través de un solo orificio es para satisfacer la hospitalidad al visitante. Pero, para no inquietar al espíritu za, la cafetera con dos picos es para servir dos porciones de café en una sola taza, una para el huésped y la segunda para el espíritu Za que, aunque invisible, está presente y se merece una buena hospitalidad. 





El café se sirve desde una altura de diez o quince centímetros, bien caliente y normalmente en tazas sin asas. Las tazas se colocan en una bandeja muy juntas. Se vierte el café en todas las tazas.