Hay muchas leyendas que florecieron en torno al rey santo. Una de ellas, muy popular, narra el origen divino y milagros del reinado de la Lalibela. Un día la madre mecía la cuna de su último hijo, el hermano menor del rey. De repente, un enjambre de abejas se posó inesperadamente sobre la cara del niño sin hacerle ningún daño. La emperatriz interpretó este hecho como una señal del cielo: "Las abejas saben que este niño será rey". Lo llamó Lalibela, que quiere decir "las abejas reconocen su soberanía"
Cuando se enteró de la profecía su hermano Hebzai, que por aquel entonces se sentaba sobre el trono, sintió mucha envidia. Tenía un plan para deshacerse de él. Envenenaría a su hermano para que no le usurpara el trono. Pero el único efecto que tuvo el veneno fue un profundo sueño que duró unos tres días. Durante ese sueño los ángeles lo elevaron al cielo, donde Dios le ordenó la construcción de las iglesias monolíticas.
Lalibela no tuvo más remedio que permanecer escondido durante cuarenta años dedicado a las prácticas ascéticas, lejos del mundo y en compañía de una humilde mujer con la que se había casado. Su hermano seguía tramando su muerte.
La madre consiguió, al fin, que su hijo, el actual emperador, renunciase al trono y dejará reinar a Lalibela. Cuando regresaba a Roha, su hermano le salió al encuentro para rendirle homenaje y pedirle un perdón sincero por el mal que le había hecho. Lalibela fue coronado a finales del siglo XII con el nombre de Guebre Mesqel, que significa "siervo de la cruz".
El nuevo emperador se dispuso a cumplir el mandato celestial y puso en marcha el proyecto: la construcción de una auténtica ciudad santa. Jerusalén había sido conquistada por Saladino en 1187 y los cristianos etíopes no podían ir en peregrinación a la Ciudad Santa.
Para la construcción de las once iglesias, auténticamente talladas en la masa de roca volcánica, Lalibela se sirvió de trabajadores de la cuenca del Mediterráneo y de los coptos de Egipto, que muy probablemente se habían refugiado en Etiopía huyendo de la opresión musulmana.
En realidad, el conjunto de estas iglesias exigió un largo periodo de tiempo no inferior a cien años. Una leyenda muy popular sostiene que fueron acabadas sólo en veinticuatro años, gracias a la ayuda de ángeles que echaban una mano a los picapedreros durante el día y seguían trabajando solos durante la noche. Este singular conjunto de iglesias están excavadas bajo el nivel del suelo y constituyen un auténtico santuario único en el mundo.
La técnica arquitectónica es semejante en casi todas: se separa el bloque de piedra y luego se vacía su interior labrando las pilastras que definen las naves, se señalan los capiteles y se abren las ventanas. Las dimensiones varían de unas a otras y estas medidas son las que determinan las plantas: rectangulares, como la de Líbanos o la de San Salvador, o de cruz griega, como la de San Jorge, considerada la más bonita y espectacular; todas recuerdan la planta basilical cristiana. Las fachadas muestran, en su exterior, cierta profusión de elementos decorativos arquitectónicos, basada fundamentalmente en seudopilastras, molduras, arcos ciegos y variado diseño de vanos y ventanas. La mayoría de éstas suelen ser ciegas, y su función es meramente ornamental; en ocasiones se hacen aberturas o cierres en forma de cruz de diferentes tipos que originan una especie de singulares celosías y denotan variadas influencias exteriores.
También se advierte con insistencia la presencia decorativa musulmana, cuya principal manifestación es el arco en forma de quilla que presentan algunas ventanas. Fue muy utilizado en Egipto. Esta circunstancia está en consonancia con el hecho de que unos 4000 egipcios llegaron a esta zona en tiempos de Lalibela. La decoración pictórica de los interiores es del más puro estilo copto-bizantino; sus representaciones, con predominio del los colores planos sobre el dibujo, se señalan con trazo grueso bien definido y se minimizan los detalles.
El primer europeo que contempló los muros de estas iglesias rupestres, el capellán de la embajada portuguesa, entre los años 1520 y 1526, quedó impresionado al verlas. No daba crédito a sus ojos. Aquello era impresionante, describió el estilo admirable con que fueron labrados sus muros, ventanas y puertas.
Además de estas once iglesias, Lalibela quería reproducir los santos lugares en su ciudad, una auténtica réplica de Jerusalén y de Tierra Santa: El sepulcro de Cristo, la casa de la Cruz, un monte al noreste de Roha conocido como tabor, el río que atraviesa la ciudad fue bautizado con el nombre del río Jordán, en recuerdo de las aguas donde Cristo fue bautizado...
Completada su misión divina, Lalibela renunció al trono para dedicarse a la vida completativa. Emprendió un largo viaje hacia el sur acompañado de un monje. Un cierto día le dijo el monje al rey: "Construye aquí una iglesia y vuelve sin dilación a tu tierra, porque el tiempo que te queda de vida es ya corto".
El rey empezó la construccióny se volvió a su tierra, donde murió al poco tiempo de llegar. Fue enterrado en la iglesia del Gólgota, una de las once iglesias que había hecho construir en la ciudad de Roha.
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