lunes, 24 de septiembre de 2012

LAS MÁSCARAS AFRICANAS II

  1. LA MÁSCARA E IDENTIDAD
La máscara tiene en las más diversas culturas un significado que parece conectar con algún profundo deseo humano. La reacción que uno tiene con respecto a otra persona depende en primer lugar de lo que uno percibe a un nivel inmediato del más ligero cambio en la expresión de su rostro. los ojos son, ciertamente, la expresión del alma ya que la mirada, así como los movimientos y la postura del cuerpo, expresa la individualidad e identidad de una persona.
Pero cuando un hombre oculta su rostro con una máscara, su identidad permanece escondida, y la expresión de la máscara le proyecta un nueva identidad. Incapaz de establecer la identidad humana del hombre enmascarado, el espectador se ve desorientado. El cambio es más impresionante y dramático cuando los rasgos de la máscara no son naturales sino grotescos o aterradores, o son abstracciones de la figura humana o animal. El hombre que lleva una máscara de expresiones exageradas aparece extraño, imprevisible, algunas veces amenazador.
La máscara, por otra parte, está íntimamente relacionada con la danza. Los movimientos rítmicos aumentan el efecto sugestivo de su misterioso disfraz. Cuando el danzante enmascarado actúa en un ritual religioso, la máscara lo introduce en una nueva dimensión. En la danza se unen el significado de la máscara y el gesto creador y vivo del hombre. Con el rítmico contacto del pie con el suelo, el danzante recibe la carga vital constante de la madre tierra.
Pero la máscara y el disfraz no sólo afectan a quien los ve, sino también a la persona que lo lleva. El danzante adapta sus movimientos al carácter que personifica y poco a poco se va transformando e identificando con su máscara, la cual, a su vez, va cobrando vida en él.


El hombre enmascarado entra como en trance y se expresa con gestos grotescos y sugestivos. A veces pronuncia frases sibilinas con una voz que no parece humana. Por eso muchas veces va acompañado de un intérprete o "médium" cuya función consiste en explicar a los asistentes el sentido de los extraños sonidos que pronuncia el portador de la máscara. Como éste se viste en la selva, nadie sabe , y mucho menos las mujeres, quien es el que lleva la máscara.
El hombre se enfrenta con fuerzas naturales que le sobrepasan y condicionan. Fuerzas que no logra comprender ni mucho menos controlar; su existencia es, en consecuencia, un enigma. Intuitivamente el hombre tiene una comprensión del lugar que ocupa en el orden de las cosas y este engendra en él una actitud religiosa hacia el mundo exterior. El africano representa todo esto en rituales dentro de los cuales las máscaras adquieren un valor vital.




La máscara aparece como elemento determinante dentro de estos ritos puesto que percibe y oculta las emanaciones de los poderes invisibles. Estos poderes se concretan a través de ella en un ritual, donde cada movimiento, rigurosamente controlado, tiene una función clara. La máscara preside las danzas socio-religiosas que son la reafirmación de las relaciones con los poderes mitológicos. Es uno de los elementos importantes que dan cohesión al grupo manteniendo unas normas que han sido transmitidas por los antepasados a través de cada generación.

        2.       EL ESCULTOR Y SUS INSTRUMENTOS

El joven que desea consagrarse a este arte tiene que trabajar durante dos o tres años bajo la guía de un maestro escultor. Frecuentemente este arte es hereditario y pasa de padres a hijos. Pero por lo general un joven es elegido porque tiene cualidades especiales para ello. empieza imitando prototipos ya existentes, para que aprenda a respetar el estilo tradicional de la tribu.

 El artista debe mantenerse fiel a este estilo porque el espíritu no reconocería su morada si no fuera esculpida según las formas convencionales. Además los clientes insisten en la creación de una máscara típica para una finalidad específica. El escultor es un artesano capaz de satisfacer las exigencias del público porque forma parte del orden social, mágico y religioso en el cual la comunidad vive.




El estado social del escultor difiere según las culturas locales. Entre los sudaneses, el herrero es también el escultor, porque piensan que el hombre que ha fabricado los instrumentos es aquel que mejor los puede saber usar. El herrero es frecuentemente asociado con los poderes ocultos pues sabe extraer el hierro de la tierra y además trabaja con el fuego. Por esta razón, frecuentemente es temido. Entre los Bambara de Malí, el herrero vive en un lugar aislado del poblado.
Generalmente el escultor es un profesional. Los danzantes Dogón de Malí constituyen la excepción pues cada uno se fabrica su propia máscara. Ordinariamente el escultor es un miembro honorable de su comunidad. Sin embargo, entre los Senufo de Costa de Marfil, el escultor pertenece a la casta más baja y vive en un lugar aislado del poblado. En otras comunidades el escultor goza de gran prestigio y trabaja por un salario. En los mitos Dogón, el escultor es el héroe cultural y por esta razón goza de una posición social muy alta. En otras partes de África, como la república Democrática del Congo, el escultor es un campesino que trabaja la madera cuando las labores del campo no apremian.
El taller donde fabrican las máscaras suele estar fuera del poblado o en el interior de la selva, lejos de las miradas de los no iniciados, para proteger el misterio que las envuelve. Esto facilita la elección de la madera que sirve para su construcción.



La construcción de la máscara es un acto religioso. Para que la máscara consiga su propio poder, o el hechicero que son los mediadores entre el pueblo y los espíritus. Son ellos quienes confirman la creencia de que en la máscara habita un espíritu y quienes establecen los tabúes que no pueden ser quebrantados. La consagración ritual, añadiendo a veces ingredientes mágicos, concede a las máscaras su propio poder. Si los tabúes no son respetados, la máscara puede transformarse en portadora de mal para toda la comunidad.
Cuando el hombre se despoja de la máscara se realiza una especie de ceremonia de desconsagración para remover su poder que podría perjudicar al grupo. La construcción, custodia y uso de las máscaras están severamente regulados por leyes inviolables y ritos bien precisos de los cuales dependen su eficacia. El conocimiento de estas leyes y ritos marca el crecimiento de los jóvenes en la sociedad. Finalmente tenemos que hablar de los instrumentos generalmente muy rudimentarios usados en la fabricación de sus máscaras. El más usado es la azuela, que se utiliza incluso para los detalles más pequeños. Se usan también cuchillos de uno o dos filos para trabajos más refinados. La hachuela, de uso menos frecuente, sirve para trazar los contornos de la figura. Algunas tribus usan instrumentos de hierro para quemar o suavizar la superficie o para hacer agujeros en los bordes de la máscara. El escultor cree que cada instrumento posee su propio poder. Por eso, antes de comenzar la fabricación de una máscara, realiza especiales sacrificios con sus instrumentos. Como se cree que los instrumentos poseen algo de la habilidad del maestro, al morir éste, el discípulo los hereda y realiza un rito especial para poder encarnar los poderes del maestr


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