El pueblo bakongo es un grupo numeroso que incluye diversas subtribus, como los basolongo, bawoyo, basundi, bambata, bazomba, bavili, bakumi y yombe.
El reino bakongo floreció aproximadamente en el siglo XIV y fue el primer pueblo de África central que estableció relaciones con los navegantes portugueses.
La aristocracia bakongo adoptó el cristianismo y la cultura occidental, lo que tuvo como consecuencia un aumento de riqueza y poder militar. El reino se extendió desde la capital, Sao Salvador, en el actual Angola, a diversas regiones de Zaire, Congo y Cabinda, a numerosas y pequeñas jefaturas costeras, además de territorios de pueblos aliados y vecinos tributarios. En torno a mediados del siglo XIX, comenzó su decadencia.
La organización social se basaba en los clanes y la sociedad matriarcal. A la cabeza del estado se hallaba el Mani Kongo o rey de los bakongo, que era investido como monarca por el jefe de los sacerdotes con la corona de cobre que le confería el poder real. Pero la realeza divina de los bakongo no era hereditaria, sino derivada de una elección por parte de los jefes.
COSMOGONÍA
Los bakongo conciben el Universo rodeado de agua, llamado Nlangu, Mbu o Kalung, esto es, "el mar de los muertos". Por otra parte se considera que el Sol, la Luna y las Estrellas y los Meteoros siguen una rita circular alrededor de la Tierra, empezando su órbita por debajo del mar y desplazándose hacía el mundo superior visible. Los atributos físicos, mentales y espirituales de cada persona están vinculados a sustancias universales.
Entre los múltiples mitos de estos pueblos cabe destacas uno, el de la creación de la pareja primordial.
Cuenta la leyenda que un ser Mahungu, existía en el principio, rodeado de agua, en una región donde estaba plantado el "árbol de la vida". Mahungu poseía feminidad y masculinidad, el aliento de la vida y el de la muerte. Vivía feliz, pero un día empezó a preocuparse y cuestionar el significado de las cosas. Comenzó a girar alrededor del árbol y, justo cuando concluyó a vuelta, fue dividido en dos: un ser masculino y otro femenino.
De esta forma, se creó al hombre y a la mujer. Los nuevos seres, no conformes con su nueva condición, volvieron a girar alrededor del árbol con la intención de reunirse en el único ser, pero les fue completamente imposible. A partir de ahí, ambos seres se dieron cuenta de la necesidad de buscarse para complementarse y ayudarse entre sí.
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