jueves, 6 de julio de 2017

CULTURA IBO//IGBO



Los ibo constituyen el grupo étnico mayoritario del sureste de Nigeria y están rodeados por los Igla e Idoma, al norte; los Ibibio, Ogoni, Kalabari y el pueblo Ijo occidental, al sur; los Ejagham y demás grupos del río Cross al este y los pueblos de habla edo al oeste. 
El gobierno se ejercía a través de dos instituciones básicas, las asambleas de aldea y los consejos de grupo de aldeas, que actuaban en nombre y en defensa de los intereses de toda la comunidad. 
Las asambleas de aldea estaban presididas por los cabezas de cada linaje, considerados como los representantes terrestres de sus respectivos antepasados. Poseían considerable autoridad moral, pero ningún poder político por sí mismos, pues estaban controlados y neutralizados por la voluntad de la asamblea. En este sentido, cada miembro de dicho órgano tenía derecho a opinar y toda resolución surgida de la asamblea requería indispensablemente un consenso de opinión.
Los consejos  de grupo de aldeas estaban compuestos solo por los cabezas de linaje y ciertos individuos ricos o influyentes. Los primeros sostenían el bastón Oto, símbolo de su antecesor, y el portador del cetro más antiguo del grupo de aldeas era considerado como un padre nominal, aunque desprovisto de los poderes distintos de los conferidos a los demás ancianos.

La administración de justicia estaba directamente relacionada con los dioses y antepasados, que los Ibo creían involucrados en la dirección de los asuntos del poblado. Cualquier decisión judicial o legislativa importante era  sometida a sanción sobrenatural por un procedimiento muy sencillo: miembros destacados del clan se disfrazaban de Egwugwu, los espíritus ancestrales, y actuaban como tales entre sus potestades figuraba el castigo público de los malhechores, ya que los antepasados eran reconocidos como defensores de la moralidad y sus criterios en esta materia eran incuestionables.



La ausencia de un poder autoritario y de una organización centralizada fue la norma en la mayor parte del territorio ibo.

Los Ibo poseían diversas categorías de cultos, vinculados a las distintas entidades sociales: el individuo, la familia y la comunidad.
Los cultos relacionados con el individuo se centran básicamente en la figura de Ikenga, que simboliza los logros del hombre como persona, con independencia de lo debido al legado de su linaje.
A medio camino entre la actividad ritual concentrada en el individuo y la desarrollada en el seno del grupo familiar, se encuentra el culto de los espíritus guardianes personales, denominados Chi. Toda persona piensa que su destino en este mundo es producto de una elección realizada en el ámbito espiritual antes de su nacimiento.  El artífice es Chukwa, quien, como prueba del consentimiento divino, designa a un antepasado concreto de la persona en cuestión como su protector espiritual, Chi, y como garantía última del cumplimiento inexorable del destino trazado.
Los Ibo creen firmemente en la existencia de un paralelismo entre la vida terrestre del espiritu guardián y el destino de su protegido, que él debe supervisar. 
Los antepasados, denominados Ndichie o Ndimmo, constituyen el centro de los cultos relacionados con la unidad familiar. Representan a los miembros fallecidos de los linajes y, según la creencia ibo, mantienen gran interés por todo lo relativo a la vida terrestre de sus descendientes, en la que intervienen continuamente.
Pero los antepasados tienen una dimensión aún más importante, como es su conexión con el principio de autoridad dentro del grupo familiar. La continuidad de este principio está materializado por el símbolo Ofo, un haz de ramas supuestamente configurado por el fundador del linaje. Este emblema es posído por el jefe de la unidad familiar en cada momento, el Diokpala, y simboliza los poderes sobrenaturales que le son conferidos en su calidad de intermediario entre hombres y antepasados.  Este símbolo, junto con el plato de ofrendas Omoku y la talla Okpossi, todos ellos relacionados con el culto ancestral, se aloja en el santuario doméstico, llamado Irummo, situado dentro del Obu o recinto consagrado a la actividad del linaje en el interior de la casa familiar.



El culto a la Tierra posee una clara implicación territorial. Denominado Ala, Ane o Ale, el espíritu de la Tierra dispone de un santuario o Mbara en cada asentamiento ibo. Allí tienen lugar representaciones de música y danza en honor de esta divinidad protectora de la fertilidad humana.

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