El gran complejo cultural Kongo se extiende por una parte de la sabana, pero la mayoría de los pueblos que lo integran desarrollan su vida en el bosque tropical denso, entre el océano Atlántico y los ríos Congo, Kwilu, Dande y el lago Dembo. Entre los siglos XIV y XVII formaron un poderoso y extenso reino que sometió por las armas a muchos pueblos, mientras que otros se sometieron voluntariamente.
Pueden englobarse bajo esta denominación genérica de arte kongo a los yombe, woyo, mbomo. El arte kongo es de un realismo naturalista que da una gran importancia al tratamiento del rostro.
En el arte kongo proliferan los fetiches. El fetiche se puede considerar cualquier instrumento impersonal de control de la fuerza vital para buenos o malos propósitos. Puede ser un objeto esculpido o no, que contiene granos o semillas, pelos, dientes, uñas u otra materia dotada de poder mágico.
Los primeros viajeros europeos tradujeron la palabra nkisi por fetiche. Los kongo llaman nkisi no sólo a una estatuilla sino también a un cuerno, una concha...
Para los kongo el nkisi es signo de la presencia de un espíritu o del alma del difunto. Los fetiches naturales deben su virtud mágica a las fuerzas que lo habitan y les llegan de la naturaleza. Los fetiches fabricados son esculturas que adquieren su poder, por una parte, mediante las operaciones efectuadas por un ser dotado de facultades especiales, el mganga. De este modo las estatuillas aparecen como simples soportes o conductores de la fuerza mágica. El que las posee, si conoce ese poder, puede emplearlo para actuar sobre otras personas o para defenderse.
Las esculturas fetiches se identifican porque llevan una especie de recipiente para la materia o sustancia mágica. Igualmente otra especie bien conocida de nkisi es el fetiche de clavos.
Los nkisi kongo son esculturas que contienen una materia mágica alojada en un hueco de la cabeza o del vientre del personaje esculpido. Cerrando el hueco se encuentran trozos de tela o una masa de resina rematado el conjunto con un trozo de espejo o concha.
Hay esculturas cubiertas casi totalmente por la sustancia que desborda el recipiente. Solamente tiene poder en la medida en que se lo haya transmitido el mganga, por medio de los ritos apropiados y recitando ciertas fórmulas, que precisan el papel benéfico o maléfico del fetiche.
Los elementos mágicos se denominan bilongo. En este sentido adquiere especial relevancia la cajita realizada con resinas y rellena de sustancias bilongo, que suele colocarse en el abdomen. El caolín blanco, llamado pembe juega un papel especial seguramente por proceder de la tierra donde reposan los muertos.
Los nkisi son variadísimos y pueden clasificarse según su carácter humano o animal; y según su función benéfica o maléfica.
Los fetiches con clavos, son de tipo Nkondi y de forma generalmente humana. Todos ellos están traspasados con clavos, laminillas de metal, hojas de cuchillo, tornillos y otros objetos de metal terminados en punta. Sólo una parte del fetiche está libre de dichos objetos, para permitir que lo toque la persona que actúa con el fetiche.
El estilo de estas esculturas es como el de las esculturas de los antepasados, pero de factura menos perfecta. Suelen ser grandes y en algunos casos solo se cuida la cabeza. Al rostro se le da una apariencia inquietante con ojos de espejo, con pupilas marcadas y boca entreabierta. Presentan deformaciones, aparentan enfermedades que pretenden transmitir mal.
Los nkondi son esculturas exentas, antropomorfas, nefastas. Se encuentran en una especie de peana y están de pie. Los ojos tienen incrustaciones de espejo, la boca entreabierta pintada de pembe y el cuerpo pintado de ngula.
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