El termino bakuba es utilizado para definir una confederación
de pueblos que engloban dieciocho etnias. El antiguo reino incluía a los Bambala,
Babinji, Bangende, Gashobwa, Pianga y Bangongo, entre otros. Pero algunas
poblaciones vecinas también estuvieron bajo la influencia de la federación
bakuba, como es el caso de los Ndengese, Yaelima y Bakutshu al norte los Bakele
al sureste y los Bawongo y Bashilele al oeste.
Tiene por base una monarquía sagrada. El rey era descendiente
del dios Chembe y a su muerte se convertía en otra divinidad. El reino Bakuba
adoptó su forma definitiva a principios del siglo XVII, cuando las diversas
manifestaciones artísticas existentes fueron unificadas y puestas al servicio
del poder de la corte. Siendo sus principales focos de desarrollo las cortes de
jefes y reyes, donde floreció un arte que valoraba en extremo los motivos
geométricos y las agrupaciones y sociedades de iniciación o funerarias.
Las figuras conmemorativas del rey Ndop. Representa a un rey
sentado, sobre un pedestal con las piernas cruzadas. La base decorada por una
banda entrelazada. El personaje viste taparrabo con adornos geométricos anudado
en la cintura. Sobre el abdomen se cruza unas bandas de cauris incisos. El
individuo exhibe un peinado muy elaborado. La cabeza, de facciones muy bien
marcadas.
Estas imágenes no reproducen fielmente los rasgos físicos del
rey, de modo que los personajes se distinguen a través de las insignias reales
compuestas por sofisticados vestidos y objetos de prestigio, u de una figura,
denominada Ibor, que se talla en relieve sobre la parte delantera de las
piezas.
Las figuras se consideraban el doble del rey y, como tal,
reflejaba el estado de bienestar del monarca. Este aspecto ha hecho suponer que
la talla se realizaba observando el natural, pero la presentación del soberano
como un joven idealizado convierte la pieza en un objeto conmemorativo general,
un prototipo que no representa imágenes individualizadas, a excepción del
simbolismo que le otorga el Ibor. Estas figuras se desarrollaron a partir de la
abolición del culto de los antepasados, que transfirió la atención religiosa al
rey vivo y a sus predecesores.
Las piezas se guardaban en los palacios, como monumentos
conmemorativos y, en ausencia del rey, su representación era cuidada por las
esposas reales. Se conocen una veintena de prototipos.
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