Las pinturas religiosas etíopes no deben ser asimiladas a los iconos bizantinos. Los iconos de etiopía ilustran principalmente escenas del Antiguo Testamento. Hasta mediados del siglo XX se mantuvieron prácticamente desconocidos fuera de sus fronteras. Sin embargo, a lo largo del milenio pasado los artistas etíopes produjeron una gran cantidad de iconos únicos y creativos. Desde el punto de vista geográfico, las pinturas de Etiopía pertenecen a África. Sin embargo, debido a los contactos cercanos con diversas regiones, su arte incorpora elementos de la tradición oriental y occidental cristiana, así como los de las culturas coptas e islámicas.
Las imágenes no son bendecidas ni adoradas en altares, los fieles nunca las besan y podemos deducir que el culto a las imágenes no existe. La imagen establece un verdadero contacto entre el personaje representado y el devoto, en una relación de confianza, de amor y de fe. Los iconos han sido utilizados como objetos de poder y como ofrendas votivas. Se cree que están imprenados de la presencia espiritual de los santos y en particular de la Virgen María.
El culto a la Virgen María fue promovida por el emperador Zara Jacob (1434-1468). A través del icono se puede obtener la misericordia de Dios, así como la intercesión y la protección de la Virgen.
La pintura sobre tabla es una técnica introducida en Etiopía en el siglo XV a iniciativa del emperador Zara Jacob. Su particular devoción a la Virgen busca en los iconos la gloria interior, divina, que irradia paz, serenidad y plenitud. Es tal la fe depositada en ellos que durante la segunda mitad del siglo XV eran colgados del cuello para repeler al demonio. En su origen destacan las obras de las escuelas de Feré-Seyom y de Téklé-Maryam. No es hasta el siglo XVII cuando se transforma la sencillez de las formas medievales en representaciones majestuosas llenas de calma y elegancia. En el siglo XVIII daría paso a la gloria de la corte imperial expresada por la nobleza mediante sus ornamentos, riqueza de color y complejas composiciones.
Muros de iglesia, tablas y rulos mágicos son pintados por clérigos que, en ocasiones, trabajan las tres categorías. En cierto modo, el artista se comporta como un copista de manuscritos y sigue con rigor la particularidades de un estilo preciso, facilitando así su adscripción a una determinada época o escuela.
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