Los exploradores del siglo XIX, que describen con tantos detalles las obras de arte del palacio y señalan la existencia de una cerámica de calidad, no mencionan en absoluto la alfarería antropomórfica. ¿Esta mdoa de jarrones con rostro humano, tan raro en África, sería el fruto de una invención reciente estimulada por alguna influencia europea? Parece muy difícil creerlo.
Los jarrones son redondeados, acabados en una cabeza y un asa que une la nuca con la parte de atrás del cuerpo abombado. Las cabezas son tratadas minuciosamente, el cráneo alargado, los ojos rasgados, la frente y las mejillas marcadas por líneas de puntos y escarificaciones. El cuello suele estar decorado con un collar que a veces lleva pequeños colmillos. Sobre la panza del vaso aparecen a veces unos brazos minúsculos poco salientes, pequeños pechos o hasta un relieve que representa un niño.
Las cabezas son alargadas a semejanza de los cráneos de los mangbetu, como resultado de la presión que las madres realizan en sus hijos desde la infancia conc uerdas de rafia.
El paisaje, siempre presente, está realizado con filas de puntos y líneas. Para ciertos vasos, el alfarero se inspira en dibujos geométricos. Generalmente, estos vasos se utilizaban para conservar el vino de palma destinados a los jóvenes iniciados.
Otros recipientes mangbetu con figura humana son las cajas de corteza. Son bastantes grandes y de forma cilíndrica. La base y la tapa, de madera maciza, reciben toda la atención del artesano. La base es circular y lleva un estrechamiento en forma de nudo esculpido. Puede tener pies o aparecer todo el cuerpo humano. La tapa está decorada con las cabezas alargadas. Estos recipientes se utilizaban para almacenar miel. Algunos etnólogos e historiadores ven el origen de estos recipientes en los vasos canopes del antiguo Egipto.
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