martes, 20 de noviembre de 2012

INSTRUMENTOS MUSICALES

La obsesión occidental por clasificar y catalogar todo tipo de objetos ha creado fuertes problemas a la hora de estudiar la amplia gama de instrumentos musicales africanos. Un tambor, una flauta o una lira tiene fácil paralelismo con instrumentos musicales conocidos, pero África parece que no tiene límite ni frontera.
Y como muestra un botón. En la zona de Guinea Ecuatorial, en determinados momentos se interpreta una serie de melodías acompañadas por un instrumento inusual o tan natural como el agua. Un grupo de mujeres se introducen en una corriente de agua hasta que ésta les llega a la altura del pecho. Una vez allí y colocadas en círculo golpean la superficie con cuencos de calabaza de distintos tamaños. Algo tan secillo se convierte en un instrumento musical que puede sorprender.

1.- IDIOFONOS:

Esta sencilla razón de poder hacer música de cualquier cosa, ha obligado a los musicólogos a crear un grupo o familia de instrumentos musicales bajo un común denominador sumamente amplio: los idiófonos, que pueden ser definidos como aquellos instrumentos cuyo sonido puede ser producido gracias al material con el cual están hechos, sin necesidad de membrana, cuerda o caña vibrante. Por raspador, golpeado o simple movimiento.
El uso de algunos de estos idiófonos no se limita a funciones simplemente musicales. Pueden servir como señal de aviso, convocatoria o para crear ambiente en ritos y ceremonias religiosas. Se pueden usar también para transmitir mensaje o reforzar la comunicación verbal. Son los instrumentos musicales más comunes en África.
Dada su sencillez de manejo, lo cual no quiere decir que su dificultad de ejecución no sea grande, este tipo de instrumentos son auténticos introductores en el mundo de la música para los niños, que los llegan a usar para alejar los pájaros de los campos recién sembrados. Partiendo de este principio es fácil imaginar la amplia gama de tipos que pueden barajarse. Y de esta riqueza hay que sumar las enormes posibilidades que ofrecen la casi totalidad de objetos de la naturaleza: agua y calabazas, como hemos descrito anteriormente, madera, piedra, hierro, conchas, semillas, hojas y todo aquello que sea susceptible de crear sonido es válido para la música. A la técnica, pues habrá de sumarse la fantasía y un sentido del ritmo y la melodía que van más allá de los esquemas clásicos.
La amplia gama existente de instrumentos idiófonos permite una primera clasificación desde el punto de vista musical. Se pueden distinguir dos grandes categorías de idiófonos: los instrumentos rítmicos y los melódicos. Dentro de la primera categoría pueden colocarse aquellos cuya función es la de apoyo en toda composición melódica. Inicialmente encontramos algo tan sencillo como el palmear o chascar los dedos. Cuando esta sonoridad se traslada a otros objetos tendremos los idiófonos cuya música se obtiene moviendo o sacudiendo rítmicamente cualquier objeto capaz de crear sonido.
Las calabazas con sus semillas en el interior son un primer paso. en muchas ocasiones este sonido se refuerza forrando dichas calabazas con una red recubierta de semillas, conchas y pequeños percutores de hueso.
Una modificación más estudiada es la usada especialmente en Etiopía en los cantos religiosos. En este caso, el instrumento recibe el nombre de sistro y su estructura es semejante a la del sonajero. En la fabricación de estos sistros pueden entrar componentes tales como chapas metálicas de botella o discos de madera. Este último caso es el que se da en los sonajeros rituales dogón de Malí.
Otro tipo de idiófono es aquel cuyo sonido se obtiene por golpe o percusión. Un ejemplo sería el de los gong usados en los cultos vodú de Togo. Esta especie de campanas sin badajo suelen disponer de un mango y pueden ser múltiples; llegan a contar con ocho pequeñas campanas unidas por un eje central. El sonido se obtiene golpeando con una varilla de hierro las distintas campanas que, al ser de varios tamaños, emiten tonalidades diferentes.
En esta misma familia podrían incluirse los más variados tipos de cascabel, cuyas cápsula podrán ser fabricadas con hierro, madera, hoja de palma o el capullo de una determinada larva de mariposa, tal y como sucede con el ditlhwatlhwadi de la tribu sotho de Sudáfrica.
Dentro de este amplio grupo de instrumentos rítmicos está el tambor de fisura, un tronco ahuecado con una amplia abertura en la parte superior. Su tamaño puede variar desde pocos centímetros de longitud hasta casi dos metros. En algunas ocasiones su función es la de imitar la voz humana; en este caso reciben el nombre de tambores parlantes, como sucede entre los lokele de República Democrática del Congo.
En esta breve síntesis hay que mencionar los idiófonos rascados. Como su nombre indica, el sonido se obtiene al rascar un asta, bastón o caña de bambú con incisiones. A modo de conclusión hay que mencionar la gran variedad de idiófonos, consistentes en pequeñas varillas unidas por un extremo y que al golpearlas provocan un sonido apagado. Suelen acompañar danzas femeninas y pueden ser golpeadas con la mano, contra el muslo o contra una piedra.
Si en los idiófonos rítmicos no se hace nigún intento para modular su tonalidad, en los melódicos la mayor complejidad musical permite la creación de escalas que acercan más alsonido de la voz humana; repitámoslo una vez más, es la auténtica protagonista de la música africana.
Dentro de este grupo o categoría suelen distinguirse dos tipos muy diversos en cuanto a estructura y ejecución: el sanza o mbira y la amplia familia de los xilófonos también llamados balafón, aunque esta palabra designe más concretamente un tipo de xilófono.

1.1 Un piano de mano; de esta forma tan sencilla suele definirse el sanza o mbira, un instrumento musical extendido por toda África, sujeto a múltiples variantes de forma, pero de una sorprendente riqueza musical. El sanza es conocido en África con otros muchos nombres: likembe, en la cuenca del río Congo; kalimba, en Sudáfrica; timbili en camerún; mbira, en Zimbabue...
Cuando se le oye sonar por primera vez, la sensación que más espontáneamente brota en la mente del occidental es la de la hipnosis. Parece que su sonido atrae con la suavidad de sus tonalidades y la consistencia de sus notas.
Pero, ¿Qué es el mbira o sanza? Básicamente, una caja sobre la que hay una serie de finas láminas metálicas que son pulsadas generalmente por los dedos pulgares e índices. La vibración producida por este movimiento, ampliada por la caja de resonancia, crea un sonido profundo y muy dulce.
La caja de resonancia puede llegar a ser una gan calabaza o un recipiente de madera de considerables dimensiones. Por lo general, el tamaño normal no superará aquel que permita abarcar el instrumento con las dos manos. En este caso, el número de láminas suele oscilar entre ocho y doce.

No obstante, cada cultura ha creado variantes y tipos. Estas lengüetas colocadas a un nivel, como las teclas de un piano, pueden llegar a tener tres planos o secciones, como si fuera el teclado de un órgano. En este caso, el número de láminas aumenta ostensiblemente. Entre los gogo de Tanzania pueden encontrarse grandes mbira de hasta 45 teclas, mientras que los shon de Zimbabue usan un tipo de dos teclados de 29 láminas.
Un aspecto curioso a destacar es la afinación de estos instrumentos. Cada comunidad usa sus particulares escalas musicales que nada tienen que ver con el pentagrama occidental. Y estas particulares escalas van desde la afinación pentatónca (cinco tonos) a la heptatónica (siete tonos). A partir de este esquema, tanto si el instrumento tiene cinco teclas como 45, las notas girarán alrededor de estos tonos en diferentes escalas.
Este instrumento es uno de los pocos que suele ser interpretado por simple diversión, más allá de toda connotación ritual o social.


1.2 El tipo más rudimentario en el grupo de los xilófonos son los conocidos como litófonos. Simples lascas de piedras colocadas generalmente en el suelo o sobre cualquier hueco como de caja de resonancia y que son golpeadas con otra piedra.
Cuando estas lascas se sustituyen por láminas de madera colocando debajo de ellas cualquier tipo de calabaza a modo de caja de resonancia, se obtiene el conocido balafón que se convierte en un instrumento solista apto para ser sometido a todo tipo de modificaciones.
Algunas de estas variantes son tan cuiosas como sencillas, puesto que las láminas de madera se apoyan sobre las piernas del músico que, sentado en el suelo, la mantiene doblada en forma de ángulo. Los restantes tipos dispondrán ya de un soporte apto para llevarlo colgado del cuello o apoyarlo en el suelo.
El sonido del balafón dependerá de varios elementos. En primer lugar el número de láminas, entre tres y las veintidós, será fundamental, sin que este número sea arbitrario sino totalmente fijado en las distintas culturas. La colocación de estas láminas y el tipo de cajas de resonancia también influirá. El soporte o bastidor podrá ser horizontal o curvado hacia arriba, mientras que las calabazas que ampliarán el sonido podrán ser esféricas o de forma semicircular y en algunos casos con la abertura recubierta con una membrana extraída del ala del murciélago, como sucede en algunos tipos usados en Chad.

Pero lo que más contará a la hora de obtener una buena sonoridad será el tipo de madera. Cuando se desea construir un xilófono ya se ha elegido el sonido que deberá tener y en consecuencia la madera a usar.
Por esto, afinado en series de cinco a siete tonos, tocado individualmente o formando series de hasta siete balafones, el instrumento representa una de las más altas cotas musicales en casi todos los puntos de la geografía africana.

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